Esta semana oramos por el legado de
Merat Sultán
Jefe de policía de Tabriz
Merat Sultán nació en el palacio del sah de Irán en 1876. Llegó a ser jefe de policía y del ejército en Tabriz, Irán. Cuando los rusos invadieron y ocuparon esa zona, hicieron planes para ejecutar a Sultán. Él escapó, pero como estaba nevando, se detuvo en la casa de un sacerdote armenio. El sacerdote lo alojó y alimentó durante 40 días.
Cuando Sultán decidió que tenía que seguir huyendo de sus perseguidores, el sacerdote le dijo que durante toda su estancia había estado orando por él para que Dios le protegiera y devolviera con bien con su familia. Luego, el sacerdote le pidió que prometiera que, cuando volviera a casa sano y salvo, seguiría a Cristo como su Salvador. Sultán lo prometió y siguió su camino.
Pero Sultán fue capturado por las fuerzas rusas y puesto en prisión, a la espera de ser ejecutado. La mañana en que iba a ser ejecutado, recordó de repente su promesa. Inmediatamente oró al Señor, diciendo: “Jesucristo, si estás vivo hoy y eres el Salvador de los hombres pecadores, líbrame a mí, un pecador, de este desastre para que pueda creer en ti”.
Por un milagro, el gobierno ruso liberó a Sultán. Al llegar a casa, él y su familia entregaron sus corazones a Cristo. Más tarde fue elegido jefe de la iglesia de su zona, un gran honor para un converso del islam.[1]
Oración
Señor Jesucristo, Salvador de los pecadores, liberador de los afligidos y protector de los desvalidos, gracias por tu gran poder. Gracias por mostrarle a Sultán compasión y misericordia y traerlo a él, a su esposa y a sus seis hijos a tu reino por la fe.
Gracias por ayudarle a servirte sin miedo y con honor, predicando valientemente el Evangelio en las iglesias y en las reuniones al aire libre.
Por la fe, reclamamos que tu Espíritu lleve a muchos funcionarios musulmanes como Sultán a experimentar la salvación a través de la fe en Jesús. Que proclamen con valentía tu Palabra y sirvan a la Iglesia con integridad. En el nombre de Jesús, amén.
Promesa
…que regaré con agua la tierra sedienta, y con arroyos el suelo seco. (Isaías 44:3, NVI).
[1] C. H. Allen. “Por qué un funcionario musulmán cambió de religión”. En The Muslim World [El Mundo Musulmán]. 1952:176-184; y W. M. Miller, Tales of Persia [Los Cuentos de Persia], 1979:76-80.